LOS MÁS VENDIDOS
TIEMPO DE ORACIÓN
Que tu corazón encuentre paz y guía en la oración.
El Señor es mi pastor
Establecemos el contacto divino a través de la oración justo antes de pronunciar una sola palabra, ya sea hablada o mental. El contacto divino es un sentimiento.
En realidad, tú y Dios siempre están en contacto porque Dios es omnipresente. No hay lugar donde Dios, como Ser Infinito, Espíritu, Conocimiento, Amor, Poder e Inteligencia, no esté. Pero no experimentamos plenamente ese contacto divino en nuestra conciencia sin antes dirigirle nuestra atención.
Hacemos esto cuando oramos desde lo más profundo. Observa lo que sientes en el instante en que comienzas a orar, antes de pronunciar o pensar una sola palabra.
La Biblia describe este proceso como: “Busca el Reino de los Cielos, y todas las cosas te serán añadidas”.
La razón por la que instintivamente recurrimos a la oración cuando sentimos una urgencia extrema es porque sabemos, también instintivamente, que es la experiencia del contacto divino directo la que nos proporciona la plenitud que contiene todas las cosas.
En el momento en que comenzamos a hablar con Dios sobre lo que deseamos, las palabras probablemente interfieran con nuestra experiencia consciente directa de la energía, el poder, la sensación de la presencia de Dios. Por eso, la forma más efectiva de oración es simplemente permanecer en una conciencia no verbal del sentimiento de contacto que ocurre en el momento en que nos volvemos hacia Dios en oración, antes de volvernos verbales y comenzar a pensar en esto o aquello específico.
Recuerda que todas las cosas se te añaden a medida que tu conciencia se llena con la energía de la realización que fluye hacia tus sentimientos a través del contacto divino, incluyendo cualquier conocimiento de lo que debes hacer.
Así es como recibes todas las cosas. Es a través del contacto divino, al orar.
Por favor, enciende una vela después de la reunión de oración.
Que Dios conceda los deseos de tu corazón.
BLOG



DAVENA
Creemos que el mayor regalo que podemos ofrecerle a Dios es nuestro amor. Todo lo demás —incluso nuestra alma— ya le pertenece. En la vida, llegamos sin nada y nos vamos sin nada. Pero en ese intervalo, buscamos, luchamos y crecemos.
Cuando amamos a Dios sin pedir nada a cambio, comenzamos a sentir Su presencia —un regreso silencioso y poderoso a lo Divino. A través de la oración, la meditación y la quietud, establecemos el Contacto Divino. Esta conexión nos transforma desde dentro. Al soltar nuestras cargas —el miedo, el dolor, las heridas del pasado— creamos espacio para la paz, la claridad y la gracia. No somos solo seres humanos.
Somos co-creadores con lo Divino. Este espacio existe para recordarte esa verdad: que ya estás en el camino de regreso al hogar.